MLB.- En estos días sin juegos de béisbol en vivo, hemos visto un montón de encuentros clásicos en televisión. Muchos de ellos han incluido a los Yankees de Joe Torre, que no sólo son la última gran dinastía de los Yankees, sino la última gran dinastía del béisbol. Todo pasó en el momento en el que los del Bronx, bajo el mando de Torre, se convirtieron otra vez en los Yankees. Joe McCarthy ganó siete Series Mundiales como manager de los Yankees. Lo mismo hizo Casey Stengel. Tenían que ganar cuatro juegos en octubre para lograrlo. Torre, cuyos Yankees ganaron cuatro veces la Serie Mundial en cinco años y jugaron un total de seis en un lapso de ocho temporadas, tenía que ganar 11 para conseguir el anillo. ¿Habría los Yankees de McCarthy y Casey ganado tantas coronas si hubiesen tenido que atravesar ese terreno minado que es ganar tres series de postemporada para llevarse el Clásico de Otoño, con lo azaroso que puede ser octubre? Quizás. Pero simplemente no es lógico pensarlo. Por eso, creo que Torre es el más grande – y probablemente el más importante – entre todos los dirigentes de los Yankees. Y durante los últimos dos meses, Torre también ha vuelto a ver algunos de esos partidos, de aquella gran época de los Yankees, al igual que el resto de nosotros. “El otro día, estaba viendo el Juego 6 entre nosotros y los Bravos”, dijo Torre sobre la noche en la que sus Yankees ganaron su primera Serie Mundial en 1996. “Y estaba nerviosísimo, incluso sabiendo qué carrizo había pasado esa noche. Era diferente estando en el dugout. Estás ocupado. Pero no tienes esa sensación de drama que crean los narradores”.
Ésta es otra cosa que uno recuerda cuando le da otro vistazo a los Yankees de Torre: Lo frágil que realmente es octubre. Nueva York fue despachado en el Juego 4 de la Serie Divisional de la Liga Americana en 1997 contra los Indios, cuando parecía que los Bombarderos del Bronx iban a avanzar. Pero el puertorriqueño Sandy Alomar le conectó un jonrón al panameño Mariano Rivera en el 8vo inning. Y luego vino el cierre del 9no del Juego 7 contra los D-backs en el 2001, cuando los Yankees tenían ventaja y estaban a tres outs de ganar su quinta Serie Mundial en seis años. Estuvieron a punto de irse arriba 3-1 sobre los Marlins en la Serie Mundial del 2003, hasta el cuadrangular de oro del venezolano Alex González, ante Jeff Weaver, en la entrada número 12. Y por supuesto hemos visto, una y otra vez durante los últimos meses, la caída libre en la que entraron los Yankees del 2004 en el Juego 4 contra los Medias Rojas, cuando estaban adelante 3-0 y a tres outs de llegar a otra Serie Mundial. “¿Pero sabes en qué he estado pensando también?”, dijo Torre. “En lo cerca que estuvimos de estar abajo 0-2 contra los Rangers en la primera ronda de 1996, y luego en cómo perdimos los primeros dos juegos de aquella Serie Mundial en casa ante los Bravos. Y mira, después de eso ganamos 14 partidos de Serie Mundial seguidos, hasta que perdimos el Juego 3 contra los Mets en el 2000”.
No volveremos a ver algo así. Torre terminó convirtiéndose en el primer piloto desde Stengel en ganar cuatro Series Mundiales. Los Yankees de Stengel ganaron 28 encuentros en octubre, porque eso era lo único que necesitabas hacer en esa época. En los años en los que Torre ganó la Serie Mundial, su equipo se llevó 44 duelos de postemporada. “Fue algo mágico”, confesó Torre. “De verdad lo fue. Mi equipo demostró muchísima personalidad. Y nunca dejamos de admirar lo que estábamos haciendo”. Torre habló de momentos a lo largo de los años que le vienen a la memoria, buenos y malos, como la baja del 9no contra los D-backs aquella noche en el 2001. Por casi dos décadas, ha escuchado a gente decir que no debió jugar con el cuadro adentro antes de que Luis González ganara la serie con aquel globito que cayó detrás de Derek Jeter. “¿Qué? ¿Es que acaso no pudo haber dado un rodadito contra Mo?”, dijo Torre. “Sería un idiota si dejara que perdiéramos el juego con un roletazo de bate roto al short mientras la carrera ganadora cruzaba el plato”. También recordó algo que su esposa, Ali, le dio antes de la Serie Mundial, sobre lo emocionante que iba a ser ver a los Yankees contra Randy Johnson y Curt Schilling. “Le dije, ‘¿De verdad? Agarra un bate’”, contó Torre. Habló de ver a Tim Wakefield permitir el jonrón de oro de Aaron Boone en el 11mo episodio del 2003, el batazo que le dio el banderín de la Liga Americana a los Yankees. Y de cómo el año siguiente, luego de que los Yankees perdieran el Juego 7, tuvo la clase de levantar el teléfono y llamar a Wakefield en el clubhouse de los Medias Rojas para felicitarlo. “Lo hice porque lo había visto permitir aquel jonrón el año anterior”, dijo Torre. Torre recuerda un momento contra los D-backs en el Juego 7 cuando fue al montículo antes de que Jay Bell fuera a batear con corredores en primera y segunda, sin outs en la pizarra. Todo el mundo sabía que Bell iba a tocar. “Hagan un out”, les dijo a sus muchachos. “No se pongan exquisitos”. Bell tocó en dirección a Rivera, quien tomó la pelota rápidamente y tiró a tercera. Si Brosius hubiese lanzado a primera, habría sido un doble play bien fácil. Pero Brosius simplemente se salió de la base y se quedó con la bola en la mano. “Quizás sembré demasiado esa semilla sobre asegurar un out”, confesó Torre. Luego, Torre habló sobre un momento en la mitad del Juego 4 contra los Medias Rojas en el 2004, cuando los Yankees tenían la ventaja y las bases llenas, y Trot Nixon terminó haciendo una tremenda jugada deslizándose entre el jarín central y el derecho para llevarse un batazo de Hideki Matsui. “Pensé en el dugout, ‘Eso no es buena señal’, simplemente porque habíamos tenido la oportunidad de abrir el juego en ese momento”, detalló Torre. “Si hubiese sabido”. Los Yankees de Torre nunca ganaron otra Serie Mundial. Pero ya habían conquistado muchas y hecho mucho para ese entonces, no sólo en el terreno, sino para lo que representan los Yankees como marca. “Yo solía repetir que, si nos enfocábamos en las cosas pequeñas, grandes cosas podían pasar”, dijo Torre. Y pasaron grandes cosas. Empezando por ese gran hombre en el dugout. Tres títulos de Series Mundiales en fila. Cuatro en cinco años. Lancen una bengala cuando vuelva a pasar algo así, en el Yankee Stadium o en cualquier otro lado.
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