MLB.- Venimos entreteniéndonos recordando a los lanzadores abridores de las últimas décadas, pero con dos impresionantes temporadas en 1999 y el 2000, se podría decir que el dominicano Pedro Martínez fue el mejor de todos. Martínez nunca tuvo una temporada con tantas victorias como Sandy Koufax en 1966 (su último año en las Mayores), cuando el zurdo acumuló registro de 27-9 por los Dodgers. El quisqueyano nunca tuvo una efectividad de 1.12, como Bob Gibson en 1968 con los Cardenales, ni tuvo tantas campañas de 20 triunfos como Warren Spahn (13) por los Bravos. Martínez se retiró con un récord de 219-100. Pero en esas dos temporadas, en una época en la que el uso de sustancias para mejorar el rendimiento estaba incrementando sospechosamente los números ofensivos y en una liga con bateador designado y una disputada división como la del Este de la Liga Americana, Pedro estuvo en la cima. “Era bajo en estatura”, me dijo Paul O’Neill la semana pasada. “Pero eso no le impidió ser el lanzador más intimidador que haya enfrentado. “Tenía una recta poderosa. Tenía el mejor cambio. Y esos dos pitcheos han hecho que la gente se olvide de lo bueno que era su lanzamiento rompiente. A veces pasaba los primeros dos o tres innings mostrándote la recta. Y, déjame decirte, si superaba el orden sólo con la recta, estabas en serios problemas”. Luego pausó. “En otras palabras”, dijo O’Neill, quien siempre fue uno de los bateadores más inteligentes, “ante Pedro, nunca sentías que estuvieras por delante de la cuenta. Nunca. No importaba si estabas en 2-0 o 3-1, siempre sentías que él tenía la ventaja. Pienso que esos tres lanzamientos, por la manera en la que los localizaba, son los mejores en el juego”. O’Neill recordó el 10 de septiembre de 1999, cuando el dominicano ponchó a 17 Yankees sin otorgar boleto alguno. Afirma que en medio del partido habló con Tino Martínez y le dijo: “Oye, al menos pude darle dos fouls”.
Martínez tuvo récord de 23-4 con efectividad de 2.07 en 1999. Ponchó a 133 rivales en 213.1 entradas y permitió 0.4 cuadrangulares por cada nueve entradas, con un WHIP de 0.923. Y todo fue en una liga con la figura del bateador designado. Martínez hizo todo esto en un momento en el que Mark McGwire dio 70 jonrones en la Liga Nacional (1998), Barry Bonds empalmó 73 bambinazos (2001) y el quisqueyano Sammy Sosa dio más de 60 cuadrangulares tres veces en cuatro años. En el 2000 Martínez, ganó su segundo Premio Cy Young de la Liga Americana en forma consecutiva y terminó quinto en la votación para Jugador Más Valioso del Joven Circuito, en una temporada que tal vez haya sido mejor que la de 1999, cuando el oriundo de Manoguayabo terminó segundo para el JMV. Ahí fue cuando se convirtió en el “Rey del Mundo”, incluso si las leyendas antes mencionadas hayan acumulado más triunfos en el tope de sus carreras. Tal vez la mejor estadística que tuvo Martínez en su carrera fue la promedio de carreras limpias de 1.74 en el 2000, a pesar de tener un registro de 18-6. Pienso se trata que es el lanzador más dominante de la era moderna del béisbol. El segundo mejor en efectividad en la Americana ese año fue Roger Clemens con 3.70, lo que significa que el dominicano permitió casi dos carreras menos por cada nueve innings que su más cercano perseguidor. Es otra de las razones por las cuales fue nombrado de manera unánime como el ganador del Cy Young. En el 2000, Martínez fue el líder en la Americana en blanqueadas (cuatro), ponches (284) y ponches por cada nueve entradas (11.4). Pero el WAR (Victorias por Encima de Reemplazo, por sus siglas en inglés) que acumuló ese año fue el mejor de todos (incluyendo a los jugadores de posición, designados y lanzadores) con 11.7. Su perseguidor más cercano en ese sentido fue Alex Rodríguez con 10.4, mientras que el segundo entre los lanzadores fue Brad Radke con 6.2. Nuestros amigos de Elias Sports Bureau indicaron que Dwight Gooden en 1985 (12.2) y Steve Carlton en 1972 (12.1) son los únicos abridores en los últimos 100 años en tener un mejor WAR en un año. Tanto Gooden como Carlton lanzaron en la Liga Nacional. Y cuando lanzaron, nadie había empezado a sospechar sobre el uso de las sustancias prohibidas y no imaginaban cómo luciría el béisbol en los tiempos de Martínez. “Hay algo sobre Pedro que no se habla mucho”, dijo O’Neill. “Era un gran pensador. Es uno de los otros elementos de su genialidad. Normalmente, cuando cuentas con un repertorio así, no tienes que pensar tanto para completar un juego. Pero él pudo y lo hizo. “Viéndolo ahora y recordando cómo era el hecho de enfrentarlo, no es casualidad lo que hizo en esos años. Era poderoso en cada aspecto del juego. La recta a 98 millas por hora, el mejor cambio del mundo y además te torturaba con su rompimiento. Y sobre todo eso, sabía que me haría out de alguna forma u otra en el Fenway”. Martínez medía 5-11 (1.80 metros) y pesaba cerca de 170 libras (77 kilogramos), pero nadie fue tan grande como Pedro en esos años, para finalizar un siglo y comenzar otro. Fue el “Rey del Mundo”.
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