ESPN.- Nos enfocamos en ESPN.com en el armado del mejor quinteto de todos los tiempos de la NBA. Existe infinidad de apellidos ilustres que han escrito páginas célebres, pero cada uno de nosotros tiene un equipo preferido que corta transversalmente las épocas y permite formar un pentágono perfecto. ¿Listos para jugar desde casa? Cinco jugadores. Cinco talentos. Cinco estrellas. Este es mi equipo. Allá vamos.
BASE: MAGIC JOHNSON
El creador del Showtime. La diversión hecha jugador de básquetbol: "Una anotación hace feliz a una persona, una asistencia, a dos", dijo alguna vez Magic. Con sus 2.06 metros de altura, Johnson fue símbolo absoluto de la década de los '80 e ícono de una de las mejores rivalidades de la historia (Lakers vs Celtics) de la NBA junto a Larry Bird. Se dice que Magic fue el primer artista con el balón. Nada por aquí, nada por allá: un Harry Houdini de dimensiones enormes, capaz de jugar de espaldas al aro y sobre todo de frente, a una velocidad absurda para la época. La cancha abierta fue su hábitat predilecto. "No creo que vuelva a existir otro armador de 6'9 pies que pueda humillarte así mientras sonríe", dijo alguna vez James Worthy sobre él. Johnson fue el molde perfecto, natural, del jugador híbrido que nacería décadas después para refundar el básquetbol posmoderno. Multiposición en una época de roles definidos. Para muchos analistas, Magic fue el mejor jugador de todos los tiempos por lo que le dio a la NBA lo que necesitaba en el momento justo. El carisma que trajo a este juego nunca más pudo repetirse.
ESCOLTA: MICHAEL JORDAN
A mi entender, el mejor jugador de básquetbol de todos los tiempos. Ícono de la globalización naciente en los inicios de los '90, Jordan conquistó seis campeonatos con los Chicago Bulls sin contar con un centro dominante. Toda una proeza que jamás fue repetida. Jordan, la evolución del juego tras la emblemática rivalidad Magic-Bird, jamás perdió una final de campeonato. Un jugador único, de piernas elásticas, mentalidad dominante, físico predilecto y un salto tan imponente que le permitió volar sin alas. Su Majestad ganó todo y le ganó a todos. Jordan pasó de ser parte del entorno a modificarlo primero y luego ser él mismo el único foco de atención: fue, sin lugar a dudas, el anotador de sangre fría más importante de la historia del juego. Deidad del sueño americano, MJ se consolidó como el atleta perfecto, sin fisuras, en una época que necesitó abrazar ídolos como nunca. En el nacimiento de la era del videoclip, 'The Goat' fue la expansión de la NBA a todos los territorios merced a la televisión por cable. Con él, lo que antes llegaba a cuentagotas se difundió de manera geométrica. David Stern tuvo en el número 23 al modelo perfecto para dejar al resto de las ligas del mundo en el sótano de las preferencias. Los Chicago Bulls fueron una cosa antes de Jordan y otra muy diferente después de él. La NBA, los fanáticos, los periodistas, los rivales, los dirigentes y todo lo que rodea el mundo del básquetbol, también.
ALERO: LEBRON JAMES
La última década lo ha puesto como el Rey absoluto de la NBA. El genio de Akron alcanzó nueve finales de NBA, ocho consecutivas, pero sólo consiguió ganar tres títulos. LeBron ha sido, sin embargo, la evolución del básquetbol hecha jugador. Un híbrido multifunción capaz de jugar las cinco posiciones, siendo demasiado veloz para los defensores grandes y demasiado fuerte para los chicos. A partir de él, surgieron una gran cantidad de talentos, construidos en el laboratorio, capaces de dejar sin herramientas a los entrenadores más exigentes. Doblar a James ha sido siempre pagar un precio demasiado alto. Su inteligencia ha crecido año a año y hoy es un armador elite capaz de construir desde el eje de cancha pero también de espaldas al aro. Su cerebro le ha permitido extender sus talentos a sus compañeros: ya no necesita destruir él si merced a un pase lacerante puede hacerlo otro. Físicamente, nunca hubo en la historia un jugador de estas condiciones. Ya lo hemos dicho muchas veces, pero hoy vale repetirlo: LeBron ha sido tan dominante en su carrera como un adulto enfrentando a niños de jardín de infantes. Tiempo atrás, supo ser paciente de los psicólogos pero hoy se ha transformado él mismo en el psicólogo que controla al resto. No rompe las defensas con potencia porque ya tiene el manojo de llaves en la cintura. Pasó de ser puro impulso a ser un estudioso del juego. El joven malcriado que nació en los Cavaliers fue la oruga y hoy, el nuevo dueño de los Lakers, es la mariposa. "Quiero felicitar a LeBron por romper una nueva marca en su maravillosa carrera", dijo Jordan cuando James lo superó en puntos anotados en marzo de 2019. La historia, a LeBron, ya lo tiene encerrado en sus paredes de oro. Ya no importa lo que pase a partir de este momento.
ALA-PIVOTE: TIM DUNCAN
Timmy D ha sido la estrella menos expresiva de todos los tiempos y el símbolo absoluto del cambio de la lógica individual a la grupal. “La verdad es que ya no me habla demasiado", dijo Gregg Popovich en una entrevista. "Hemos estado casados tanto tiempo que..." Por encima de la broma, Duncan fue una figura de la NBA construida de un material noble y duradero. Le permitió a Popovich erigirlo en el faro de un equipo construido de retazos de todos los países, con la bandera única del todos para todos. Los San Antonio Spurs, con Duncan como estandarte, construyeron el básquetbol de la solidaridad, del bien común y de la fidelidad. La búsqueda constante del compañero libre como primer mandamiento, las rotaciones defensivas con máximo esfuerzo, la suma de individualidades para conformar un equipo indestructible. Duncan, nacido en las Islas Vírgenes, fue profeta de esta idea que fue época en la NBA. Campeón por primera vez en 1999, como guardaespaldas de David Robinson, repitió en 2003, 2005, 2007 y 2014 ya con Manu Ginóbili y Tony Parker de laderos. Nunca nadie se movió en el poste bajo como lo ha hecho Duncan. Su juego de pies, con más de 2.10 mts, recuerdan a un Muhammad Ali en sus años plenos. Elegido dos veces MVP de la NBA (2002 y 2003), Duncan destrozó las posiciones de cuatro y cinco por su capacidad de lanzar a distancia. De espaldas o de frente al aro, el tablero fue su aliado por años. Existen jugadores buenos, muy buenos e imprescindibles. El gigante de los Spurs, sin dudas, pertenece a la última categoría, no sólo por lo que él ha logrado de manera individual sino por lo que ha hecho por sus compañeros, cuerpo técnico y franquicia.
ENTRO: BILL RUSSELL
¿Kareem Abdul-Jabbar? ¿Wilt Chamberlain? ¿Hakeem Olajuwon? ¿Shaquille O'Neal? De ninguna manera. Bill Russell. Sus once títulos de campeonato con los Celtics -la máxima cantidad de un jugador en la historia- marcaron un punto de inflexión, pero su estampilla radicó en el giro en 180 grados del enfoque del juego.
En una época en la que nadie -o muy pocos- se preocupaban por defender, Russell hizo del sacrificio sin balón su marca registrada. Sus brazos estilizados y su camiseta verde fueron la impronta de una Liga que necesitaba una modificación radical. Meterse en la pintura para enfrentarlo a Russell, en aquel entonces, era desafiar a la peor pesadilla. Su dinamismo para transformar defensa en ataque era surrealista, una revolución que fue escuela previo al show: un gigante estilizado que corría la cancha con la velocidad de una gacela. Russell encabezó a los Celtics desde su llegada en 1957 gestando una dinastía imposible de superar. Junto a Red Auerbach conformaron uno de los dúos más fantásticos jamás recordados, alcanzando nueve títulos en once años. Llegó a sumar más de 21.500 rebotes (21.620, para ser más exactos) y registró 51 en un juego, además de 12 temporadas en fila con 1.000 o más. Russell fue, entre otras cosas, el primer afro-americano en ser entrenador-jugador (1966-67). "Si tuviese que elegir un hombre para empezar un equipo, elegiría a Bill Russell", dijo alguna vez Phil Jackson, quien dirigió a talentos como Michael Jordan, Shaquille O'Neal o Kobe Bryant.
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